En el marco del 8 de Marzo, en que se conmemora el Día Internacional de la Mujer, el Municipio A homenajea a las mujeres de su territorio por medio de la campaña Ellas por el Barrio.
En el proyecto se han recopilado las voces y experiencias de algunas de las mujeres que, en distintos barrios del oeste, han forjado con su lucha los medios para mejorar, transformar y dignificar la vida de sus habitantes.
Para ilustrar esta campaña, cinco mujeres han brindado su imagen y sus testimonios. Cinco mujeres que, con la intención de mejorar sus barrios y ayudar a quienes los habitan, han dedicado su esfuerzo a la construcción de comunidades más justas y solidarias.
Cinco historias de trabajo comunitario
Silvia es docente de literatura, y desde que se recibió, tuvo claro que lo que quería era trabajar en red. Además de dar clases en liceos, ofreció su labor en centros culturales y policlínicas, colaborando también con el municipio y con la radio comunitaria El Puente.
Utilizando como motor su pasión por la literatura, encontró las formas para introducir a los adolescentes al mundo de la lectura y la escritura, por medio de diferentes actividades creativas que despertaran el interés de sus jóvenes aprendices. Entre los proyectos más destacados que realizó con sus alumnos, Silvia logró convertir a sus alumnos en booktubers, y los llevó a contar sus historias en la radio, desarrollando así sus habilidades comunicativas. Además de la creación conjunta de la antología Mujeres con Historia, en la que se relatan las historias de vida de mujeres fantásticas, para la cual los propios estudiantes realizaron las investigaciones y la redacción.
Realizando estos trabajos, Silvia se dió cuenta de la gran voluntad que había en sus alumnos y de lo mucho que podían lograr si recibían los estímulos correctos. Por eso destaca que es necesario trabajar desde el diálogo y siempre buscando la conexión, que muchas veces se da en el trabajo colaborativo con otros grupos e instituciones, lo que permite también trasladar el ámbito curricular a la realidad. y asegura sobre estas dinámicas: “A los chiquilines les encanta, a los padres también, y crecen de una forma natural y generando el sentido de pertenencia”.
Olga, perteneciente al centro social Somos la Luz e impulsora del gimnasio Maracaná Box lleva años dedicándose a ayudar a su comunidad. Ella trabaja con enfoque social y de manera voluntaria en su barrio. Uno de los pilares fundamentales de su trabajo ha sido la creación de redes de solidaridad entre los vecinos. Consciente de la necesidad de alimentación y abrigo, Olga ha coordinado ollas populares, campañas de recolección de ropa y alimentos, y actividades de integración. Sin embargo, su labor no se detiene en la asistencia inmediata; su objetivo es la transformación estructural del barrio y el fortalecimiento del sentido de comunidad. Ella nos cuenta que, en su caso, trabajar de manera voluntaria le implicó “internar drogadictos, después ir a visitarlos, trabajar en el Comcar como voluntaria con los jóvenes del barrio que caían presos”. También narra sus experiencias de talleres para jóvenes presos en el Comcar, y su relación con el Ministerio del Interior, al que alguna vez le pidió material para exponer en el LATU, acción por la cuál recibió honores.
Además de lo mencionado, Olga trabaja con niños y adolescentes “si pierdo a algún niño del barrio, lo rastreamos a ver donde está”, y menciona que una vez “uno estaba en un hogar del INAU, lo íbamos a visitar, íbamos a comer con él con otros jóvenes o con niños mismos de nuestro grupo”. El interés por el bienestar de su comunidad la llevó a crear un merendero que “en realidad no era un merendero, era una casa, porque un merendero es donde vos vas de cuatro a cinco y te dan la leche de buena o de mala gana y te la tenés que llevar. En nuestro caso, no. Nosotros somos más que nada una familia muy grande, de hasta setenta niños.” Es ese interés por el prójimo la base del inconmensurable trabajo que Olga, al igual que muchas otras mujeres de la zona, realizan día a día.
En el caso de María de los Ángeles, si bien siempre se dedicó a tareas comunitarias para su barrio, su trabajo con la organización Mujeres del Oeste comenzó en el año 2018, en los preparativos previos a las actividades del 8M. “Somos un montón de mujeres organizando y tratando de sacar un barrio adelante”, asegura, y acto seguido describe algunas de las formas en que han apoyado a la comunidad, por medio de la creación de un merendero y de una olla popular, que durante más de ocho meses entregó más de trescientas viandas diarias.
El trabajo comunitario fue un factor que generó unión en el barrio, además de despertar la solidaridad de los vecinos y vecinas que apoyaron el emprendimiento y ofrecieron ayuda, junto a la de diferentes organizaciones sociales como el SUNCA y el PIT CNT.
Teresa, quien desde su nacimiento vivió en el mismo barrio, aprendió a conocer las dinámicas y necesidades de la gente que lo habita. Cuenta que desde muy jóven asistía al club Rápido de la Teja, y lo describe como un espacio de encuentro y dispersión, al que asistían todos los vecinos y muchos miembros de su propia familia. Es por eso que actualmente se dedica a brindar sus aportes para ayudar a la comunidad que siente como propia.
Desde el año 2000 algunos de sus familiares comenzaron a trabajar en la olla popular de la zona, de la que ella no había podido participar a causa de su extenso horario laboral, sin embargo ahora, luego de su jubilación, se siente feliz de poder dedicar su tiempo a ayudar a quienes más lo necesitan con su participación en la olla popular. “A mí el trabajo social me gusta. Me gusta ayudar a la gente”. Y agrega que la olla “funciona a pulmón”, combinando los esfuerzos de los voluntarios que cocinan y organizan con las donaciones de vecinos y vecinas.
La Hermana Macarena pertenece a la Agrupación Obrera La Casilla, misma que cuenta con más de un siglo desde su creación. Sobre la historia del lugar, nos cuenta que “era un lugar de formación, de recreación y de encuentro” que adecuaba sus funciones a las necesidades que fueran surgiendo en el barrio. Actualmente en el lugar, la asociación civil de las hermanas llevan adelante un Caif, un centro juvenil, además de abrir el espacio a diferentes grupos que ofrecen su trabajo.
Personalmente, Macarena aporta al desarrollo de la comunidad por medio de diferentes acciones, como lo son: participando de mesas de salud, mesas en contra del abuso sexual infantil, en campañas contra las drogas para la zona. Además de participar en una comisión contra la trata de personas, al que algunas jóvenes del barrio también se sumaron, así como en campañas de interés ambiental, como la protección del Acuífero Guaraní.
Sobre su rol como mujer al servicio de la comunidad, asegura que todas las hermanas de la capilla a la que pertenece siguen los lineamientos impuestos por su fundadora Giovanna del Espíritu Santo, quien estableció que su deber es ser útiles a la gente en lo que sea necesario. Y destaca la importancia de que mujeres y hombres tengan un papel equitativo en lo que refiere al trabajo social.
“Yo creo que tal vez durante demasiado tiempo en la historia, las mujeres quedamos relegadas a un rol doméstico, o que yo veo como un desperdicio, porque el bien común es como la casa de uno pero en grande y el rol de gerencia de una casa y de cuidadora siempre lo pudimos haber trasladado al bien común, en lo político, en lo social.”
Las historias de Silvia, Olga, María de los Ángeles, Teresa y Macarena son solo una muestra del compromiso y la lucha de tantas mujeres que trabajan incansablemente por sus comunidades. Desde distintos espacios y con diversas estrategias, su labor demuestra que el cambio social es posible cuando la solidaridad y la organización se convierten en una causa compartida. En este 8M, el Municipio A reconoce y celebra a todas aquellas mujeres que, con su esfuerzo cotidiano, construyen barrios más justos, solidarios y humanos.