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22.06.2012 - 12:19

“Un cambio de 180 grados”

Barrido Otoñal continúa sus ediciones en las diferentes zonas de Montevideo. En nuestro municipio La Bonne Garde ganó la propuesta para participar del programa. Los resultados saltan a la vista.

Muchas son las mujeres que por distintas razones, se tienen que hacer cargo de su hogar y éstas  situaciones, en ocasiones, no permiten contar con un trabajo estable, ya que es difícil sostenerlo cuando se es la única persona responsable de cuidar de niños, niñas o ancianos y ancianas. A veces, muchas mujeres han pasado años fuera del mercado y se dificulta encontrarlo. Es por eso que desde hace un tiempo, las políticas sociales desarrolladas por el gobierno,  apuntan en este sentido, a crear nuevamente el hábito de trabajo  en aquellas personas que lo han perdido y, a incentivarlo en aquellos/as que no lo tenían.Distintos programas se desarrollan para dar oportunidades de reinserción y algunos son dirigidos hacia mujeres jefas de familia, para que tengan la oportunidad de trabajar y llevar dignamente el pan a su casa. Barrido Otoñal es uno de ellos. Conozcámoslo.

Un antes y un después

De uniforme violeta (o azul) y amarillo son más que visibles. De 12 a 18,  las veredas de las principales avenidas y los centros comerciales de la ciudad toman color, gracias a la tarea que ellas realizan. La limpieza de cordones y las papeleras municipales son responsabilidad de 150 mujeres distribuidas por distintas zonas de Montevideo, además del barrido de veredas entorno a los árboles y contenedores.
En territorio del municipio A, son 25 las encargadas de efectuar estas tareas. Todas conforman el Barrido Otoñal que, el pasado 14 de mayo celebró su 11ª edición. El mismo nació en la Intendencia de Montevideo (IM) en el marco del 2º Plan de Igualdad de Oportunidades y Derechos, en un Uruguay que sufría la crisis económica del 2002. Como consecuencia de la misma la IM buscó, entre otras cosas, una alternativa laboral para las mujeres mayores de 18 años, que tuvieran personas a cargo, que estuvieran desempleadas y que su nivel educativo nos superara el ciclo básico [3er. año de liceo], que no hayan integrado ediciones anteriores de Barrido Otoñal, ni programas del Mides como "Uruguay Trabaja". Así se responde al perfil del programa, que más adelante se modificó, por entenderse que también había mujeres, que además de ser madres, tenían personas a cargo con discapacidad y/o adultas mayores.

Este programa educativo-laboral, que desde el 2002 hasta el 2011 ha contado con la participación de más de 1.500  mujeres de las diferentes zonas de Montevideo, inserta a mujeres jefas de hogar al mercado laboral por 10 meses. Desde sus inicios el tiempo laboral era sólo de 5 meses, pero a partir del año pasado [2011] las organizaciones sociales que conforman el Barrido Otoñal pidieron a la IM extender el plazo porque se entendía que el tiempo era muy acotado para desarrollar el mismo. Un proceso que marca “un antes y un después” en la vida de las mujeres según Lourdes Llagueiro, coordinadora de organización civil La Bonne Garde de las chicas que trabajan en La Teja y Paso Molino, que forma parte del programa desde el 2008 en forma consecutiva.
Otra de las causas por las que el programa se extendió, y no menos importante, fue el impacto que generó el barrido en las veredas, que provocó un aumentó de la demanda vecinal en todos los barrios montevideanos. Así fue que en agosto de 2011, las mujeres que integraban el Barrido Otoñal tuvieron la grata sorpresa de que el plazo laboral se extendía hasta principios de enero 2012 , y los locales comerciales, a su vez, contaron con la limpieza en las fiestas, época del año que más se trabaja.
Muchas de las mujeres que se insertan en el mercado laboral, desde este programa, lo hacen por primera vez –en algunos casos considerando un trabajo formal-, lo que lleva, según Lorudes Pérez, integrante de la Secretaría de la Mujer de la IM, a que algunas sigan ese proceso, mientras otras “quedan en el camino”. La deserción se da en pocos casos, a veces por desinterés y en su mayoría por la no adaptación al trabajo formal.

Pasado y presente
“Un cambio de 180 grados” es lo que se da en las mujeres una vez que empiezan y  terminan el programa, remarcó Pérez al ser consultada por los cambios que éstas experimentan; no sólo a nivel laboral, sino y por sobre todo, a nivel personal y social. En primer lugar, tiene que ver en con un tema de autoestima, “de saber que pueden”. El programa, en convenio con las ONGs, comprende además, talleres socio-pedagógicos donde se trabaja para reforzar el autoestima, el conocimiento de las redes sociales para incluirse, relacionarse con la comunidad. Recordando una anécdota impactante para ella, en un taller de Colón de Barrido Otoñal, que mucho habla del sentimiento de exclusión que sienten algunas personas, Pérez contó: ”Algunas mujeres habían ido el día anterior a la sucursal del Banco República del centro, pero hacía 8 años que no iban desde Colón hasta el centro de Montevideo”. Otras simplemente no conocían el centro de la capital.
Asimismo, se brinda apoyo a mujeres víctimas de violencia domésitca; se aplican determinados mecanismos para que “sientan no sólo que son mujeres sino que son valoradas”.

La rutina de cumplir un horario, tomarse un ómnibus, vestirse para ir a trabajar y la del propio trabajo, no disgusta ni mortifica, cuando en la mayoría de los casos, se está más de un año en busca de empleo. “No lo podía creer. Sinceramente me fuia a anotar por anotarme porque ni pense que fuera a salir”, confesó Raquel de 25 años, que hacía más de un año que buscaba trabajo. En realidad, “nunca tuve un trabajo así ‘formal’, sólo cuidaba una señora en mi casa”, agrega.
En un entorno para ellas desconocido, al principio, el relacionamiento entre sus compañeras y los vecinos del barrio son otras de las experiencias diarias que les permite generar vínculos más allá de sus ámbitos cotidianos. Muchas, también por primera vez, dejan a sus hijos a cargo de otras personas, lo que genera un difícil desprendimiento de ellos a la hora de cumplir con el trabajo; este es otro de los aspectos que se trabaja en los talleres, junto a temáticas como la salud sexual y reproductiva, cómo hacer un curriculum para presentarse a un trabajo, la forma de vestirse, la higiene personal diaria. “Cosas que parecen obvias pero que no están incluidas en cada una de ellas, en algunas más, en algunas menos”, explicó Pérez.
La lista de asistencia también está presente en los talleres que se desarrollan fuera del horario laboral. La misma funciona como un mecanismo más de control y contribuye a la adquisición de responsabilidad. Y en algunos casos, reseña Pérez, se abren talleres cuando la ONG que respalda a las mujeres ve dificultades en ciertas áreas. “Acción Promocional visibilizó, una vez, dificultades de alfabetización  entonces se les dió la oferta de trabajar con maestras”. Las distintas ONG desarrollan propuestas que se adecuan a las distintas realidades de las trabajadoras.
Maira, que pertenece al mismo barrio donde trabaja (La Teja), manifestó que si bien le gusta el trabajo –porque entre otras cosas “es lindo barrer tu zona”-, “me da un poco de cosa porque me conoce mucha gente, aunque trato de concentrarme y no pensar que me están mirando, se me hace más fácil”. El sentimiento de “hacer algo por el propio barrio” pesa más que la verguenza que en definitiva desaparece cuando la costumbre gana terreno y cuando vecinos y vecinas valoran el esfuerzo y la labor. “Ah, pensar que queda tan lindo cuando lo barren y a los cinco minutos está igual o peor”, exclamó una vecina que se acercó a Maira.

Otro de los objetivos de los talleres es resaltar el significado de la tarea que realizan porque, según Llagueiro, el trabajo en la calle se desvaloriza. “Es importante que ellas vean relamente lo que significa, más allá de lo que les retribuye en su vida personal, porque para la sociedad es muy importante y eso va generando una cosa en ellas que está buena”.
Llagueiro, que también fue barrendera, explica parte del proceso de transformación que se vive en la apertura al mundo laboral: “uno viene de repente de una situación difícil y te sentís fuerte, sentís que podés encarar la calle de otra forma y tomás conciencia de un montón de cosas. Por ejemplo que vales, que podés. Es un gran cambio que realmente decirtelo con palabras sería raro porque hay que sentirlo, te fortalece mucho, fortalece, desde otro lugar, tus relaciones con tus hijos, con tu pareja, tus amigos, con toda la sociedad”.
El reconocimiento laboral llega aún más lejos, ya que se han dado casos en que los mismos comerciantes las ven todos los días realizando la tarea con responsabilidad y luego las llaman a trabajar para ellos. El problema es que algunas, "no tienen el autoetoestima suficientemente trabajada para decir 'por lo menos lo voy a intentar. Se miran y piensan ‘mirá si me van a tomar'”, detalla la coordiandora. De ahí la importancia de los talleres socio educativos.
Otras, en cambio, se fortalecen y se hacen muy independientes al punto que “encaran la vida de otra forma” y no se quieren quedar más en sus hogares. “La mujer que decide quedarse en su casa igual tiene otra visión de su vida y, es valorable también que quiera quedarse en la casa cuidando los hijos, pero igualmente la visión de su mundo privado y público cambia totalmente. Al principio ves que entran a trabajar así nomás y después se maquillan”.
A la hora de trabajar, se dividen en grupos de a dos o de a tres, dependiendo la zona, y van rotando puesto que la idea es que todas conozcan las distintas zonas y salgan de su barrio, “que no se apichonen". Por ser una zona comercial el Paso Molino tienen carcaterísticas diferentes e implica mucho cuidado con el relacionamiento de los comerciantes. “Tienen que lidiar con un montón de cosas que les hace ver que si van a trabajar a otro lugar, se van a encontrar con un montón de circunstancias buenas y no tan agradables. Entonces van aprendiendo cómo ir resolviendo las distintas situaciones que enfrentan en el día a día”.

A pesar de que el programa se extendió, pareciera que 10 meses, también es poco tiempo para aceptar un proceso en el que al poco tiempo de acostumbrarse al mismo, éste finaliza. Tanto Maira como Raquel expresaron el deseo de que les gustaría estar en el Barrido Otoñal por más tiempo. Esta modalidad es una regla del programa -buena para las mujeres cuando ingresan y mala cuando la experiencia finaliza- ya  que darle la oportunidad a otras mujeres es requisito intocable, porque si no fuera así, tanto Maira como Raquel no hubieran contado el cuento. De todos modos las expectativas son buenas. Maira desea aprender, tanto de los talleres como del trabajo para que “se me abran nuevas puertas y pueda después conseguir algo fijo”. Raquel contó entusiasmada que albañilería es uno de los cursos que La Bonne Garde ofrecerá. “¡Ojalá tuviera la oportuidad!”, -pensó en voz alta- "porque me gusta mucho”. Mientras, mujeres como las de Colón (mencionadas por Pérez) que ya pasaron por la experiencia, disfrutaron parte de su primer sueldo en un almuerzo todas juntas, Maira va a rellenar el ropero y ver linda a su nena: “me encanta, siempre me gustó vestirla, comprarle mucha ropa. Pero ahora, por suerte, voy a salir a flote”. Y Raquel, además de pensar en sus hijos,  comenzará quizás a juntar dinero para obtener herramientas para su futuro trabajo como peón de obra.

Virginia Martínez
 

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