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13.09.2011 - 16:28

Manos de oro, cuello de plata

 Jonathan Cubero. Foto: Lorena Canelas.
Perteneciente al barrio Casabó, el golero de la selección sub 17, Jonathan Cubero, habló de su barrio, sus anhelos y sus experiencias futbolísticas que tanto lo han hecho crecer

ENTREVISTA A JONATHAN CUBERO

Manos de oro, cuello de plata

El encuentro con el mejor golero de la generación sub 20 en su hogar, en Casabó, se hizo esperar unos minutos. El joven del barrio atendía la llamada de una persona que le agradecía por la camiseta que obtuvo a través de la donación que hizo al “Domingo Amigo” de la Peluffo Giguens. En un breve lapso de tiempo, Jonathan Cubero, pasó de pedir autógrafos a concederlos y hasta donar su prenda de la Selección a fundaciones.
Iniciado en el club de baby fútbol Cerro Jrs., pasó a probarse a las inferiores de Cerro para consolidarse y, actualmente, formar parte del plantel principal de dicha institución.
De fondo se escuchaba la televisión que repetía la final entre Uruguay y Paraguay por la Copa América, “dar una vuelta con la Selección mayor sería mi sueño” anhela el joven arquero, finalizada su conversación telefónica.
A su vez, lamentaba que no se hubiera concretado el encuentro que tenían pactado con la Selección mayor previo a la semi-final de la Copa América en Argentina, debido a un retraso del vuelo: “íbamos a salir el lunes a las 7 de la mañana de México, pero el vuelo se atrasó y salió recién a las 7 de la tarde y nos fuimos directo a Montevideo”. Varios jugadores de la Selección mayor habían manifestado su apoyo durante el Mundial a la sub 17 y querían felicitarlos personalmente “iba a ser una buena oportunidad ya que nunca habíamos tenido contacto con ellos”. De todas formas, Montevideo los recibió como unos campeones. Vale recordar, que desde Malasia 1997, Uruguay no ganaba ningún titulo a nivel de selección.  “Cuando llegamos con el ómnibus de Cerro hasta casa, toda la gente estaba afuera esperándome, sacándome fotos. La verdad que bien de bien el barrio”. Agrega: “desde que me fui al sudamericano sub 17 siempre me dieron para adelante. Yo he escuchado mucha gente hablando del Casabó y del Cerro, como que son barrios que se los tienen aparte, que no le gustan a la gente. Pero en realidad es un barrio como cualquier otro. Con gente trabajadora donde viven muchos jugadores y muchos artistas que no sólo salieron de acá, sino que viven acá”. Añade que “capaz que si yo fuera de otro barrio, después del Mundial, llegaba a mi casa y no había ningún vecino esperándome y acá fue una fiesta”.

El flamante guante de oro cuenta que, antes de la final, entró a la página web de la FIFA y se fijó si había premio al mejor golero. Cubero no sólo fue el mejor en su puesto, sino que también fue la valla menos vencida del campeonato, teniendo en cuenta el promedio de partidos que disputó. A pesar de no haber accedido a la medalla dorada, reconoce que fue un gran logro dentro de las sensaciones encontradas que sentía: “yo estaba enojado porque habíamos perdido la final, pero enseguida que terminó el partido vino una secretaria de la FIFA y me dijo que había ganado el guante de oro. Ahí pase de llorar de rabia a una sonrisa de alegría”.
Llegar a la final de un Mundial fue algo que si bien anhelaban, lo veían muy difícil. Costó mucho trabajo y sacrificio, fue un largo proceso en el que se tuvo que sortear duros rivales. En el camino, entre otros, quedó Brasil “el partido contra ellos, para nosotros fue como el de Uruguay frente a Argentina en la Copa América”. Agrega que el Mundial le dejó la experiencia de haber viajado a México, de haber conocido seis sedes de ése país, el lujo, tanto de los hoteles como el de los estadios, pero por sobre todo, el lujo que se dio de jugar una final en el mítico Estadio Azteca ante 105.000 personas en el público en contra.

En el presente se encuentra el C.A. Cerro, “acá estoy tranquilo, Estoy como suplente de la primera, pero puede que me salga algo de afuera”, vaticina Jonathan.
Por razones de horarios, el año pasado tuvo que abandonar los estudios. De mañana practicaba en el club Villero, de tarde en la Selección, de noche iba al liceo y los fines de semana los partidos, hasta que no pudo sostener el trajín, “en la Selección me exigían el tema de los estudios, pero lo hablé con ellos porque era muy difícil, no me daba el tiempo y terminaba muerto”.
Con tan sólo 17 años ya ha representado a la Selección a nivel de sub 15 y 17 y con una medalla de plata sobre su cuello. Sin duda hay futuro y unos guantes de oro custodiando los tres palos de nuestra selección.

Gonzalo Silva/IM