Jorge y Marcos Velásquez son mucho más que dos músicos uruguayos, hermanos, compositores y referentes culturales del Oeste de Montevideo. Criados en Paso Molino, sus infancias y adolescencias estuvieron profundamente marcadas por los paseos en el Prado y las influencias del Carnaval, escuchando ensayos Araca la Cana, Los Diablos Verdes y La Reina de la Teja. Para Jorge, el Oeste no es solo un lugar geográfico, sino una parte intrínseca de su ser y de su hermano:
"Cuando uno se pone a pensar en su vida, este es nuestro lugar"
El hogar de los Velásquez era un epicentro de música y tradición. Su padre Raúl, además de ser un músico de alto nivel, era amigo de payadores y cantantes criollos como lo eran Carlos Molina y Alberto Moreno. En aquella casa, a menudo eran costumbre las guitarreadas, donde ambos hermanos observaban y participaban con improvisaciones, canciones y charlas. Jorge cuenta que a partir de los siete años empezó a participar activamente de estas reuniones, donde junto con su hermano Marcos desafiaban a payar a los más grandes.
Esta incursión temprana en el canto y el humor fue crucial para la formación musical de ambos, Jorge explica qué, años más tarde, desarrollaría espectáculos que mezclan ambas disciplinas, además de escribir textos para importantes agrupaciones de carnaval.
Marcos, siendo el mayor, fue el primero en forjar su identidad como cantor criollo. Junto a su amigo Julián Falero, recorrió el interior del país y las zonas rurales de Montevideo, grabando a músicos locales para comprender y preservar los ritmos tradicionales de Uruguay. Esta investigación profunda, además de sus viajes a Cuba donde también investigó a músicos de diferentes géneros, consolidó su estilo, defendiendo géneros como la chamarrita, la cifra (género musical folclórico que se caracteriza por la improvisación de versos entre cantores, similar a la payada) y la milonga. A diferencia de muchos de sus contemporáneos, Marcos y sus maestros, como Alberto Moreno y Óscar Villanueva, preferían ser llamados "cantores criollos", en lugar de "folcloristas", una distinción que se reflejaba no solo en su repertorio sino también en su vestimenta formal.
El legado de Marcos Velasquez (1939-2010) trascendió la fama y el dinero a algo mucho más preciado, ser una influencia a autores de época de la talla de Alfredo Zitarrosa o José Carbajal “El Sabalero”, quienes interpretaban su música a diario. Sus canciones varían desde temáticas como el amor a canciones de protesta, componiendo grandes clásicos del canto criollo como lo es “Tero Tero”, “La Rastrojera”, “Nuestro Camino” y “Polca Infantil”. Hoy en día, gracias al profesor de música Rodrigo Camaño las nuevas generaciones tienen acceso a su historia y su música a través de los tres libros escritos sobre él y la página web "Cantor Criollo", en donde podrán conocer sus anécdotas e historias de vida.
Su hermano Jorge, logró consolidar un estilo de cantautor de primerísimo nivel participando en grandes eventos de cultura con sus melodías variadas. Su repertorio musical es amplio y tiene canciones cargadas de significado como “Un Pasito Atrás” o “El Parque Rodó”, canciones dedicadas a actos simples y cotidianos.
“Yo demoré en empezar a cantar, empecé como a los 30 años, porque justamente y equivocadamente para mí, pensé que todo el mundo iba a empezar a comparar lo que hacía un hermano y lo que hacía el otro. Es más, empecé a cantar sin tocar la guitarra, sino acompañado, para diferenciar una cosa de la otra. Somos muy distintos con Marcos en cuanto al canto criollo. Yo canto milonga, como también candombe, una gran cantidad de canciones de las que yo escribo son de candombe”
Una historia de vida con exilio, regreso y hermandad
Marcos partió hacia Chile en 1969, allí, fue sorprendido por el golpe de Estado encabezado por Augusto Pinochet, y la instauración de la dictadura cívico-militar en Uruguay le impidió regresar a Montevideo. Pasó un largo período encarcelado en Chile, hasta que logró escapar y exiliarse en París, donde se quedó durante más de 18 años. Durante su exilio, Marcos recorrió países como Argelia, Australia, Canadá y Cuba, organizando eventos y conciertos con el objetivo de visibilizar la situación que se vivía en Uruguay. Para dar a conocer sus toques en Francia, difundia afiches de protesta, que se repetían consignas como: "Por la lucha contra el fascismo en Latinoamérica”. Poco tiempo después de llegar a París, su nivel musical le permitió presentarse en el mítico Teatro Olympia junto al reconocido cantautor argentino César Isella.
Sus canciones, conocidas por su contenido de protesta y su militancia en el Partido Comunista, no eran bien vistas en Uruguay. Jorge tomó un rol fundamental y silencioso como custodio y difusor de la obra de su hermano. Dedicando una enorme cantidad de tiempo a llevar cassettes con la música de Marcos a radios y reuniones de amigos, a menudo presentándolas como obra de un "autor desconocido" para eludir la censura.
"Durante todos esos años, yo dediqué mucho tiempo, y llegué a cansar a más de uno, llevando el material de Marcos y tratando de difundir su obra". Su labor fue tan persistente que algunos lo llamaban en broma "Marcos Velasquez dependiente". Jorge cuenta que el exilio fue también un período de desarrollo creativo para su hermano Marcos. Aprendió francés y explicaba sus canciones en ese idioma antes de cantarlas en español. Este período forjó a un artista aún más completo.
El regreso de Marcos Velasquez a Uruguay en 1987, después de 18 años de ausencia, fue un evento profundamente emotivo. Jorge organizó un espectáculo de bienvenida en el Teatro El Galpón, donde se reencontró con amigos y colegas músicos en un escenario lleno de sillas, simbolizando una gran guitarreada. Marcos volvía con una alegría enorme y un humor permanente, negándose a hacer "contrabando de penas", sobre las posibles disputas políticas del exilio.
Sin embargo, la reinserción en el ambiente cultural uruguayo resultó ser más complicada de lo esperado. Tras casi dos décadas fuera del país, desconocía sobre el funcionamiento de los medios locales: que radios difunden esa música, a qué periodistas contactar o a donde asistir para cantar. Además, su clara identificación con movimientos de izquierda y su postura política lo dejaban fuera de muchos lugares del interior, donde gran parte de los eventos criollos tomaban lugar.
El panorama de los festivales de folklore había cambiado drásticamente. El gusto por la música en Uruguay había cambiado, muchos de los eventos que antes tenían payadores o folcloristas se habían transformado en eventos bailables, priorizando artistas extranjeros como Palito Ortega. Además, aparecieron grupos que “vestidos de gaucho”, interpretaban canciones folklóricas en ritmo de cumbia, para que a la gente le gustara. De esta manera Marcos, se quedó sin lugar en los festivales, radios y, en general, en el circuito musical.
Jorge intentó ayudarlo, proponiendo a la Intendencia de Montevideo que lo contrataran para dar conferencias sobre folklore o realizar cuentacuentos para niños en las escuelas, actividades que Marcos desarrollaba en Europa. A pesar de presentar un plan viable, la propuesta fue rechazada.
A pesar de las dificultades, el legado de Marcos Velasquez perdura. Su hermano Jorge afirma que Marcos logró su deseo de no morir del todo, ya que sus canciones siguen siendo cantadas hoy por nuevos artistas. La frase de su canción "La Rastrojera", "el día que yo me muera llórenme pero a mi modo, cantando lo que yo canto para que no muera del todo", se ha cumplido.
La tarea de Jorge
La experiencia de los hermanos Velasquez refleja una problemática más amplia: la escasa difusión de la música popular y folklórica uruguaya en los medios masivos.
Jorge Velasquez señala que hay muy pocos programas de radio que difundan folklore, y los que existen suelen tener horarios sin audiencia. La televisión, por su parte, tiende a entrevistar siempre a las mismas figuras famosas, dejando a la mayoría de los cantores "ensayando en su casa". Esta falta de apoyo obliga a que el 90% de los cantores de música popular uruguaya trabajen "a pulmón", organizando sus propios espectáculos para audiencias reducidas. A esto se suma el rechazo en festivales del interior por motivos políticos o por el contenido de sus letras, que a veces incomoda.
“No hay medio de difusión, y cuesta mucho, con el tiempo me di cuenta que no estaba bien. Si pretendes que un programa de televisión te lleve y que vos cuentes lo que estás haciendo, hoy te ponen 10 mil vueltas,y después en la televisión vos ves siempre la misma gente, una cantidad de tipos famosos, pero la mayoría de los cantores no están. ¿Dónde están los cantores? Están ensayando en su casa.”
La larga trayectoria de Jorge es un ejemplo de compromiso tanto por el arte como con las personas. Formó su primer grupo musical en 1979 llamado “Jorge Velasquez y el dúo Cantaclaro“, además durante una década, solía realizar giras por el interior del país, yendo a festivales los fines de semana. Es un fanático del carnaval y ha participado activamente en los textos para agrupaciones muy importantes como Los Saltimbanquis, Don Timoteo, La Nueva Milonga, Los Adams, Murga La Margarita y Momolandia. Actualmente se encuentra en proceso de escritura y ensayo de su nuevo material, además de subir su música a plataformas como Spotify. Está planificando la celebración de sus 45 años de carrera y tiene como proyecto pendiente realizar un gran homenaje a su hermano Marcos.