Mientras las chacras constituyen un centro de producción agrícola, entre 1756 y 1767 se suma la instalación del Molino de los Jesuitas, que da un gran impulso a la zona.
Hacia 1824, la necesidad de esparcimiento y recreación para las familias de prestigio económico y de alta posición social, y el hecho de tener una casa quinta en las costas del arroyo Miguelete o en sus aledaños, era todo un símbolo de jerarquía social.
El momento más importante de afluencia hacia el entorno del Miguelete se produce en el período anterior a la Guerra Grande (1839-1851), ya que en ese momento la población que pertenecía al Partido Blanco abandona la ciudad y se instala en la zona de chacras del Miguelete y en Villa Restauración (hoy Unión). De los numerosos personajes y familias instaladas en el Miguelete, se destacan: José Buschental, Agustín de Castro, Miguel de Sierra, Hughes, Carlos de Castro y Raffo. Las cuatro primeras construyeron sus viviendas entre las calles Carlos M.de Pena, Camino Castro, Av. Agraciada y la costa del arroyo Miguelete hasta Luis A. de Herrera. Las propiedades de Carlos de Castro y Raffo, más tarde quinta de los Morales, tal vez como consecuencia de los procesos de fraccionamiento y posterior urbanización de la zona, quedaron como áreas distantes del Prado, teniendo como vínculo común el propio arroyo Miguelete.