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07.12.2015 - 10:51

Una Revolución

Entrevista a Michelle Suárez Bértora - primera abogada trans de la Universidad de la República - en el periódico +OESTE

Solo unas pocas palabras bastan para que Michelle comience a hablar con la impronta arrasadora que la caracteriza. Su discurso sincero a cualquier persona muestra sus años de lucha a nivel personal, su arduo trabajo desde el activismo y ahora como Senadora en el Parlamento.

 

 

 

El derecho fue una vocación que tenía cuando era niña.

 

Titulada como Doctora en Derecho y Ciencias Sociales,

Michelle es la primera mujer trans que se recibió en la

Universidad de la República.

 

En la niñez no te preguntas el porque te gusta algo. Muchas veces esas supuestas vocaciones se diluyen en el viento, otras veces se concretan como en mi caso. En el liceo tampoco me lo cuestioné, creo que realmente comencé a cuestionármelo recién en la facultad. Tiene que ver con que siempre sentí que el derecho cumple una función básica, de equilibrar. De alguna manera significa tomar situaciones o personas que están en posiciones desventajosas, donde generalmente una de las partes tiene mayor poder físico, económico, social o cultural, y del otro lado hay alguien que debería gozar una posición de igualdad. El deber ser del derecho sería elevar las prorrogativas del más débil, al punto de que puedan convivir dos personas distintas en un pie de igualdad. Creo que tal vez por eso abracé tanto al derecho.

 

 

 

El activismo tiene que ver con un momento de mi vida.

 

Michelle desde el año 2010 participa del Colectivo

Ovejas Negras bajo el rol de asesora jurídica.

 

¿Por qué llegue al activismo? No hay razones tan racionales. Si bien siempre fui una estudiante muy interesada, nunca integré un grupo o milite. Llega ese momento, por razones personales, con el fallecimiento de mi mamá. Ella murió a fines de 2009, cuando egreso de la Facultad; en ese momento lo que me invadió fue una profunda tristeza, donde el trabajo y el estudio no canalizaban mi duelo, era un dolor que realmente me inundaba y sobrepasaba.

Entonces una amiga me sugirió porque no te arrimas al colectivo, a alguna actividad, siempre te interesó. No perdés nada. Entonces me acerqué y así me di cuenta que el área que estaba realmente abandonada era la jurídica; incluso no se la tomaba como una herramienta posible, por el contrario, se la tomaba como un obstáculo. Con esto detectamos cuales era nuestros grandes baches, entre los que se encontraba el matrimonio igualitario.

 

 

 

Las normas están vivas y hay que cuidar de su buena salud.

 

A fines del año 2013, Michelle pasó a formar parte del Partido

Comunista del Uruguay y actualmente es la tercera suplente

del Senador Marcos Carámbula.

 

Muy distinta es la perspectiva de mi llegada a la política partidaria. Veníamos de haber generado un sismo político-social, como fue la aprobación de la Ley de Matrimonio Igualitario. En ese momento surge la evaluación, podíamos tener la posición de muchos compañeros con el doble de militancia, muchos años muy valiosos; pero siempre defendí mi independencia técnica como una especie de fundamento interesante para poder negociar a nivel parlamentario. Los avances institucionales y legales se pelean todos los días, no alcanza con la aprobación y listo. Fue así que comenzamos a evaluar cómo cuidar esos logros obtenidos. Que yo estuviera o no, no iba a modificar el proceso colectivo, pero si sería un peso para mi conciencia, si el día de mañana sucediera algo con lo que se había logrado. Decidí dar el paso, a sabiendas de que muchas personas lo tomarán en forma muy crítica.

 

 

 

La discriminación no se elimina con normas.

 

Participante e impulsora del proyecto de la Ley de

Matrimonio Igualitario, aprobado en el año 2013,

Michelle sigue luchando por más derechos.

 

Estamos trabajando en un proyecto de ley anti discriminación, pero quiero dejar en claro, que la discriminación no se elimina con normas; no soy tan ilusa de pensar que con ella voy a poder eliminar y modificar la mente de las personas.

Se perfectamente que hay que pasar por una sensibilización y una educación en diversidad, pero esos cambios se logran en un período largo de tiempo. También es cierto que los derechos humanos se pueden trabajar en la prevención y la protección. Cuáles son las reacciones de nuestro sistema cuando una persona es violentada en sus derechos, es decir, cuando ya pasamos las barreras, cuando el derecho fue vulnerado, cual es el resarcimiento a la víctima. El panorama actual es muy negativo, solo existen normas de carácter penal, pero las grandes áreas de conflicto en cuanto a la diversidad sexual, se dan en el ámbito laboral y educativo. Las personas no vienen a buscar un amparo porque alguien en la calle los insulta, sino porque alguien lo quiere echar del trabajo por su identidad de género o su orientación sexual. Entonces se encuentra ante la impunidad, porque no existen mecanismos que ofrezcan caminos institucionales para resolver estas situaciones. Todo esto no significa que vamos a solucionar los temas de discriminación, significa que vamos a mejorar, que vamos a ser más libres.

 

 

 

Tenemos que darnos cuenta de la revolución silenciosa que se ha generado en estos últimos diez años.

 

Nadie nos regaló nada, esos derechos los ganamos todos, desde las 40.000 personas que van a la marcha todos los años, los que militamos en las organizaciones, los políticos que se la jugaron a apoyar el proyecto cuando recién estaba en la carpeta, son todas luchas colectivas. La sociedad civil organizada fue con las normas y las necesidades públicas al sistema político. Es un cambio enorme de paradigma, de relacionamiento, una madurez que no se encuentra, ni siquiera, en los países del primer mundo. Hay algo que tenemos que tener claro al respecto, las cosas que estamos haciendo hoy, tal vez no las veamos florecer, pero nosotros trabajamos para el mañana. Cuando yo era adolescente la imagen de una mujer trans era la imagen de alguien triste, ridículo, pobre, enfermo, bastardeado, humillado; una persona por la quien nadie sentía siquiera pena. Sin embargo, hoy las cosas han cambiado, hay una mujer trans en el senado.

 

 

 

Perder mi anonimato era un salto al vacío.

 

En un bar, o en un evento, Michelle es abordada

por diferentes personas que le brindan un saludo

fraterno y su admiración. Ella amablemente les

agradece y sigue con su rutina.

 

El anonimato siempre te da mucho confort, yo lo he perdido. A veces hay personas en un lugar y están esperando que digas o hagas algo y vos no sos conciente de eso. Trato de no pensar en eso, porque creo que lo peor que me podría pasar es perder la naturalidad. A veces es increíble, las personas tienen reacciones más generosas y positivas de las que uno puede creer. Recuerdo un día, de salir en diferentes medios, estaba en un evento y en la entrada había un grupo de señoras que estaban haciendo trámites, todas superaban ampliamente los 70 años; en un momento una se me acerca y me dice tu sos la chica que salió ayer en televisión. Todas se acercaron a saludarme y a dar su apoyo, eso a mí me sorprendió gratamente. Uno a veces tiene algunos prejuicios con las personas mayores, como que le es más difícil asimilar los cambios sociales.

 

Yo no estaba haciendo nada malo.

 

Con una infancia feliz, Michelle pasó a una adolescencia

conflictiva. Fue el apoyo de su madre lo que la nutrió de

fuerza para seguir adelante, y convertirse en la persona

que conocemos hoy. Los mecanismos de supervivencia

del ser humano son únicos.

 

Hoy miró hacia atrás y no me atrevería a pedirle a alguien que haga el mismo camino, porque yo tampoco se cómo lo hice. De lo único que tenía lucidez, era que yo no estaba haciendo nada malo, nunca tuve esa duda. Creo que tal vez esa es la clave de la fortaleza y eso se lo debo básicamente a mi madre. Porque en esa época cuando te manifestás, y aún hoy, te echan de tu casa, te abandonan, te dejan sola, sos muy chica y no entendés nada; todas las personas que te conocen te desprecian de un día para el otro. La diferencia era que cuando yo cerraba la puerta de mi casa había alguien del otro lado que decía los de afuera están equivocados y vos tenés razón, y eso hace que te pares desde un lugar distinto.

 

Cuando tenía quince años pensaba en la posibilidad de llegar viva a los dieciséis, era vivir el día a día. Pero pasaron los años y pude trabajar de la profesión que quería, participar de procesos que ayudaron al prójimo, conseguir que las personas que me rodean sean respetuosas y tener una vida bastante digna. Mis proyecciones eran mucho menos alentadoras, la vida fue en esos aspectos bastante generosa.

 

Entrevista y foto:

Laura Silvera

*Entrevista publicada en el periódico "+ OESTE" año5 / número 19.