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22.03.2013 - 15:01

Un segundo hogar

Foto: Andrea de Cuadro
Entrevista con Luis Arocha, referente del Club de Niños y Centro Juvenil Providencia

Al entrar al lugar enseguida puede sentirse la calidez, muchos colores, niños y niñas jugando, todos saludan como si nos hubiésemos visto ayer. El Club de Niños y Centro Juvenil Providencia, está ubicado en Estados Unidos 2472. Conversamos con Luis Arocha, uno de los referentes de la Asociación Civil, quien trabaja desde hace aproximadamente ocho años con los adolescentes.

¿Cómo surge Providencia y por qué?

Surge hace 18 años más o menos. Comenzó a funcionar en un contenedor donado por la iglesia católica, en la calle La Vía, entre Carlos María Ramírez y Burdeos. Muchos conocen a Providencia como “El Conteiner”. Un grupo de religiosos comenzó a ir todas las semanas a enseñar catequesis. Dada la realidad de los niños empezaron a darles la leche y apoyo escolar. Luego recibieron apoyo de voluntarios, motivados por el aporte social.
Un verano se inundó el contenedor, entonces la asociación civil del movimiento religioso decidió comprar un terreno. Así es que adquieren este y se comienza a construir con apoyo de la embajada de Japón, la de Italia y el Inau. Ese último convenio nos ayudó muchísimo porque nos permitió contratar educadores.
En 2005 venían niños y niñas de todas las edades. Era un desorden por lo tanto se diversificó la atención, pudiendo armar una propuesta específica para los niños en edad escolar (Club de Niños), y otra para los jóvenes en edad liceal (Centro Juvenil), teniendo en cuenta las necesidades y características de la edad y el contexto.

¿Con cuántos niños y jóvenes trabaja el Centro y cuáles son los requisitos para poder asistir?

Actualmente trabajamos con 110 niños y niñas, y 55 jóvenes. Para ingresar primero deben tener la edad -cinco o seis años- y cursar la escuela o el liceo por la mañana, porque el centro funciona de tarde. Por falta de cupos para el Club de Niños se inscribe en una lista de espera y se llama por orden, priorizando los casos de familias que se encuentren en situación de mayor. En el Centro Juvenil no hay ingresos externos, porque todos los años pasan chiquilines de sexto de escuela a primero de liceo y así ingresan.

¿A qué apunta su trabajo?

Estimular los procesos de aprendizaje de los niños y niñas que asisten a Providencia es el eje principal. Por un lado la maestra del aula apoya en la realización de tareas que se estipulan desde la escuela, y trabaja principalmente lengua y matemáticas, que son las habilidades cognitivas consideradas fundamentales.
Y por otro lado tenemos una amplia propuesta de talleres, como: informática, arte, deportes, recreación e inglés. Nuestro centro busca trabajar de forma integral para que los niños y jóvenes puedan desarrollar las habilidades cognitivas, sociales y afectivas que les permitan acceder a mayores oportunidades educativas y laborales.

Eso de trabajar entorno a lengua y matemáticas ¿se debe a alguna carencia que han notado en los niños y niñas?

Exactamente, lo que sucede a veces cuando ayuda alguien de la familia es que termina el adulto haciendo la tarea, lo que se busca es lo contrario. Además fomentamos que lean no sólo lo estrictamente escolar, sino algo que los motive y se pueden llevar libros prestados. Contamos con un equipo integrado por una psicopedagoga, una fonoaudióloga, una psicóloga y una maestra especializada que trabajan con los niños que presentan dificultades de aprendizaje.
Hay taller de informática en ambos centros, donde se trabaja con programas que fomentan los ejes trabajados desde el punto de vista pedagógico.
La recreación y el deporte es fundamental, priorizamos el juego en grupo, los vínculos  y la importancia de respetar las reglas de juego. Tenemos un taller de arte donde se trabaja desde la libertad y la creatividad. A su vez están los voluntarios, que participan en diferentes programas.
A los adolescentes se les brinda un espacio de acompañamiento estudiantil, se los ayuda a preparar los exámenes y escritos. Y además participan de diferentes propuestas como: empresas juveniles de Desem, talleres de prevención de adicciones (el año pasado como parte de un proyecto de la Junta Nacional de Drogas), deportes, inglés.

¿Cómo es una jornada en Providencia?

En verano es  bastante lúdico, comienza a las nueve de la mañana, desayunan y almuerzan acá. Van a la piscina y tienen actividades recreativas. Hacen mucho deporte, juegos de mesa y también algún paseo. En cuanto a los jóvenes, preparamos exámenes con algunos y los otros juegan al play station, ping pong, fútbol o handball. Este año se incorporaron talleres con el Plan Ceibal de robótica, sensores y programación para los más grandes.
Durante el año la jornada se invierte, van a los centros educativos por la mañana y por la tarde vienen aquí. Con respecto a los sábados, cuando ingresan se les pregunta si quieren venir a catequesis, es opcional y vienen alrededor de 20 niños.

¿Cuáles son los medios que utilizan para su financiación?

Hacemos un evento en setiembre para recaudar fondos, sobre todo para trabajar con los adolescentes que no tenemos convenio. Todos los años se presentan proyectos a fondos concursables de diferentes embajadas, instituciones u organismos internacionales y alguno nos sale. También tenemos una venta económica de ropa, muebles y herramientas donados.

Durante este tiempo de trabajo, ¿has visto alguna evolución en la zona?

En los gurises que vienen, seguro. Porque siguen viniendo y eso es una buena señal. Los adolescentes lo tienen como un espacio de referencia, porque pasan mucho tiempo aquí y para algunos es su segundo hogar por los vínculos que forman con sus compañeros y los educadores. Hoy en día tenemos un tallerista que vino desde pequeño, después fue voluntario y ahora está contratado como encargado de la parte recreativa.

¿Cuáles son los proyectos para el futuro?

En principio concretar la idea de tener un Caif, porque implicaría que los niños vengan de 0 a 18 años, además de atender a chiquilines que están en una edad . Otro proyecto es el liceo que era un sueño y el año pasado presentamos un proyecto a un fondo concursable para la construcción de salones. Conocimos la experiencia del Liceo Jubilar en Casavalle, que es en un contexto similar, con gestión privada pero gratuito, entonces consultamos sobre la propuesta y la gestión. Nos lanzamos y nos aprobaron el proyecto. Lo ideal sería un liceo, donde aprendan, no repitan, que los profesores no falten. Sumado a esto siempre está en el debe profundizar el trabajo con las familias.

Andrea de Cuadro

Fuente: + Oeste