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22.03.2013 - 13:59

Por una guitarra

Foto: Damián Musso Sosa
Entrevista con Fernando Cabrera, de los grandes de la música uruguaya

Con diálogo fluido y buen sentido del humor, Fernando Cabrera conversó de su historia y sus discos. “Cada artista era un género”, dijo refiriéndose a los músicos en la década de los sesenta. Un artista vital, que explora en los cauces  enredados de la creación y la intuición.

Tu contacto con la música fue a temprana edad...

A los seis años recién cumplidos, justo cuando iba a empezar la escuela aparecen mis padres con la noticia de que comenzaba a tomar clases de guitarra sin que yo lo hubiera pedido.

¿Cuándo te diste cuenta de que la música te acompañaría en tu vida?

Es extraño, me cuesta recordar. En aquella época los niños eramos muy diferentes que ahora, una cosa que te decían tus adultos no se discutía. Me mandaron estudiar guitarra y lo tomaba como quien va a la escuela, como quien va a estudiar inglés, como una especie de obligación infantil. Además cuando comecé a estudiar todo me resulto muy árido, difícil el solfeo, tenía las manos muy chiquitas, me costaba tocar, me dolían los dedos y me salían ampollas. Por suerte la profesora enseguida les enseñaba canciones a sus alumnos, por ahí me entro a gustar. Pocos meses después me empezaron a hacer cantar en la escuela y en las fiestas de fin de curso. Desde chiquito me acostumbré a presentarme en público, pero todo como algo muy natural, como algo que estaba dado, que la vida era así. Recién a los doce o trece años me picó un poco lo que se dice la vocación.

“El tiempo esta después” además de ser una de tus composiciones más emblemáticas, tiene un verso al inicio que ha inmortalizado la calle Llupes. ¿Cómo nació la canción?

Nace viviendo en Bolivia, en el año 87 y 88, esa y muchas que compuse en ese período. Es el primer verso de la canción, así arranca, ¿por qué arranca así? no lo sé. Luego habla de otras cosas, no habla necesariamente del barrio, habla de un amor. Esta situada en ese lugar que es un recuerdo muy fuerte, porque mi abuelo paterno vivió unos años en la calle Llupes, tenía un terrenito y luego mi papá construyó una casa allí. Sobre la calle Llupes a mitad de camino entre Agraciada y Victoria estaba la Comisaría 19. Era una casona vieja muy grande, al lado de la 19 estaba el terreno de mi abuelo, década del sesenta, ahí mi padre tenía un taller.

¿Qué te aportó trabajar con Mateo y con Darnauchans desde lo profesional y lo humano?

Ambos me aportaron muchísimo en lo profesional, en lo musical y en lo humano, siendo muy distintos como eran, en temperamento, formas de ser e instrucción. Mateo era una persona muy sencilla, de origen humilde, tremendamente intuitivo, bueno con las palabras y músico completo. Tenía swing, tocaba cualquier instrumento, hacía coros, componía y me dejó, al igual que a toda la música uruguaya, una gran herencia. Incluso mucho antes de conocerlo personalmente, cuando tenía quince años ya se hablaba de Mateo como una leyenda en el ambiente musical. Cuando se publicó Mateo solo bien se lame en 1972 estaba en cuarto año de liceo, ahí ya me despertó una cantidad de influencias. Muchos años después lo conocí personalmente, cuando ya estaba más integrado a la música, y al tiempo resolvimos trabajar juntos.                                                                                                                                 
Darnauchans también era una persona que admiraba desde adolescente. Siendo estudiante aún, recuerdo que lo pasaban por la radio a mis amigos también les gustaba. Pasaban canciones que él tenía con letra de Benedetti “Corazón coraza” y otras con Benavídes, la canción “Dos de San Gregorio” y “Alicia Maravilla”. Cuando lo escuchaba pensaba “qué música tan extraña, tan refinada, tan poética y sin embargo la pasan por la radio”, ahí pensé que se puede ser personal. Ayudado también por difusores increíbles en ese momento, como Rubén Castillos y Pablo Martins. Eso me quedo zumbando en la cabeza, “tan raro que es, pero igual puede hacer una carrera, mostrar lo suyo” y eso fue una especie de confianza para hacer lo que a mí se me ocurriera y no recurrir a fórmulas más comerciales o en boga. Después nos hicimos amigos con Darnauchans, confió en mí siendo yo muy jovencito, de veinte años,  para que le hiciera varios arreglos en su cuarto disco Zurcidor. Aprendí muchísimo con él, era muy culto, sobre todo en el terreno humanístico. Siempre se habla de Darnauchans como el gran cantante o el gran letrista, además era un compositor de música excelente, sus melodías son de las mejores que se han hecho en Uruguay.

¿Si hubieran vivido más tiempo, que creés que hubiera sucedido con su producción artística?

Por suerte aportaron mucho los dos y ambos dejaron una gran obra grabada. En estos últimos años que estoy yendo mucho a la Argentina, he comprobado que hoy en día Mateo está en la boca de todo el mundo, periodistas y público. Si viviera, ya sería mayor, tendría 72 años pero estaría trabajando a full en toda la Argentina, lo recibirían como a un rey en todas partes. Nunca lo hubiera sospechado.

Más acá en el tiempo llegamos a Bardo, un disco del año 2006. En uno de los versos de la canción “Disolvente” decís: “cae una luz de recitales autistas” y más adelante “quise continuar la huella de los antiguos cantores”. Después de más de treinta años de producción musical, recién en las últimas décadas lograste conseguir mayor polularidad. ¿Se puede considerar esta canción como un poco autobiográfica?  

No me acuerdo mucho por qué escribí eso, porque tiene como quince años. Pero es cierto sí que me está yendo mucho mejor ahora que en mi juventud, que en el comienzo y que durante muchos años, en los cuales debo confesarte viví la contrariedad de sentir que uno entregaba todo y la respuesta no era tan buena como lo que esperaba.
Eso lo superé al cabo de unos años, porque me di cuenta de que es una equivocación conceptual atribuirle al otro las razones de que nos vaya bien o mal, si tenía mucha o poca aceptación se debía exclusivamente a mí.
Posiblemente mi música, más allá de que la hacía con la mayor entrega y dedicación, no lograba despertar en la mayoría de los uruguayos una emoción o algo que les gustara, aunque sí tenía una cantidad de público muy fiel. En el correr de los años eso fue creciendo y ahora me agarra, después de trienta y cinco años casi de trabajo, como en un pico para mí, más trabajo, mayor receptividad y me conocen en Argentina.
En definitiva, mejor que haya sido así, porque todos sabemos lo que significa para cualquier ser humano después de los cuarenta o cincuenta años que te vaya mal. A mí me está pasando lo contrario a los cincuenta y seis años, los sacrificios y todo el trabajo ya pasó cuando tenía más energía en mi juventud. Ahora estoy recogiendo, es una bendición.

Estás trabajando en un nuevo disco...

Ya lo grabé, le faltan un par de detalles.

¿Qué podrías decir de esas canciones?

Son dieciséis canciones nuevas, grabadas con mi quinteto en un estudio que se acaba de abrir en Montevideo, Vivace. Va a salir en julio o agosto por el sello Ayuí, no tiene nombre todavía.

Si lo pudieras comparar con tus últimos discos Viveza o Bardo, ¿qué diferencias encontrarías?

Es distinto, por lo menos para mí. Los discos son todos diferentes, por la forma de los arreglos, la orquestación, los invitados. Viveza es un disco muy típico mío, es un disco que me define.

Algunos dicen que es un mojón en tu carrera...

Puse mucho en Viveza, fue grabado en un momento muy difícil de nuestro país. En el año 2001 y 2002 hubo una crisis tan grande, que llegué a pensar que ese era mi último disco, que nunca más iba a haber industria discográfica, que todo se iba a venir abajo, estaba en la lona económicamente.

Tiene una característica que lo hace uno de mis mejor discos, quizás sea que todas las canciones son diferentes, parece que fueran mundos distintos. Ya me había pasado en mi primer disco El viento en la cara, en El tiempo está después y en Fines, esos cuatro  quizás sean mis mejores discos. Bardo es coherente, es más uniforme, me gusta. En este que viene ahora junto con mis compañeros hemos desarrollado la parte expresiva, los matices y los fraseos.

Si tuvieras que elegir una canción que te represente, ¿cuál sería?

Son más de una a esta altura, un conjunto de diez canciones. Pero quizás la más antigua de todas, la que vengo haciendo desde más tiempo y que sigue siendo para mí una canción significativa porque me muestra claramente es “Agua”. Con sus virtudes y defectos creo que ahí está mi forma de escribir y de hacer música. Aún la sigo haciendo, le he cambiado arreglos mil veces ya, es una canción que está viva y que es positiva.

¿Cuánto tiempo te lleva componer una canción?

Puedo estar dos horas o dos años, cada vez menos las dos horas lamentablemente. En mis comienzos, hace treinta años hacia una canción en veinte minutos. Eso fue dejando de pasar, no importa, es otra manera, pero el resultado es el mismo, hasta que no estás conforme no parás. Corrijo más, la dejo descansar, la tomo seis meses después, ahí vos ya sos otro, ya ves distinto, ni te acordás bien y la ves por primera vez. Te inspirás y se te ocurren nuevas soluciones, ahora me gusta dejar pasar el tiempo, guardar y agarrarlas cada tanto, varias al mismo tiempo.

El hacer canciones sumamente diferentes en un mismo disco o discos distintos entre sí, ¿se da naturalmente o lo planificas?

Las dos cosas, pero sale natural porque forma parte de la época en que me formé. Tiene que ver con los Beatles también, agarras uno de sus discos y cada canción parece que fuera de un conjunto diferente, por los arreglos, más rockeras, baladas o vanguardistas.
Los que tenemos mi edad nos preparamos en esa época, en donde ser innovador y hacer cosas diferentes era natural. A nadie le gustaba repetirse, pero no era a propósito, era un código. Ahora pasaron tres o cuatro décadas y quizás la humanidad entera no está en un momento tan innovador, al contrario, hay cosas que se copian y no está mal visto. Yo vengo de una época en que vos te preocupabas de que tus discos y tus canciones no fueran monocordes, más bien que fueran diferentes entre sí.

¿En esa época no había moldes?

Todo el mundo era distinto, cada artista era un género, en Uruguay sigue siendo así, forma parte de nuestra tradición musical. Si pensamos en nombres típicos de la música uruguaya: Leo Maslíah, Jaime Roos, Darnauchans, Mauricio Ubal; todos son un mundo en sí mismo, nadie se parece a nadie, es una característica nuestra, en los años sesenta todo el mundo era así.

La última publicación que hiciste fue “Intro”, un DVD-libro. ¿Qué significó el proyecto y mostrar tu faceta exclusivamente literaria?

Es desafiante publicar un libro de poesías, no soy un poeta, soy una persona que le gusta escribir, quise darme un gusto. Sé que a la gente que le gustan mis canciones, esa poesía perfectamente la pueden disfrutar. El DVD era también algo que nunca había hecho,  sacar a la venta algo donde estuviera solo con la guitarra, es como mucha gente me prefiere. Sin embargo nunca había publicado un disco sólo con la guitarra, todos mis discos tienen arreglos y músicos, este DVD cumple con ese pedido de la gente.

Noelia Rocha 

Fuente: + Oeste